¿Comó ser padres de un adolescente?
En este artículo se trata de ofrecer una serie de recomendaciones a los padres para poder enfrentarse a la adolescencia de sus hijos con la mayor cantidad de herramientas posibles.
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¿Comó ser padres de un adolescente?

1. SER PADRES Y SER PADRES DE UN ADOLESCENTE

Los padres emprenden un camino de entrega total a un ser diminuto y desvalido. Hacen planes, le dan sus conocimientos y experiencias. Sufren por él, le comprenden y consuelan. Le entregan su amor para que algún día él adquiera la fuerza y la confianza que le darán independencia y le permitirán seguir su propio camino.

Para ello los padres deben cumplir algunos requisitos:

• Es imprescindible aceptar de antemano que el hijo tendrá características propias.
• El buen entendimiento entre padres e hijos se basa en que los primeros acepten la naturaleza de cada hijo, propia de cada edad, y su personalidad.
• Para ser padre, se necesitan ganas y disponibilidad. Y para ser padre de un adolescente, además es preciso tener paciencia, ser tolerante y flexible y saber negociar, además de estar preparado para impulsar y aceptar la emancipación del hijo/a.
• Es algo natural y propio de los padres tener expectativas sobre los hijos. La adolescencia es la etapa en la que precisamente despunta lo que tu hijo/a va a ser de mayor.

Todo lo mencionado anteriormente no es imposible conseguirlo; depende de las características personales de cada adolescente y de los padres, así como de la educación y la relación que se haya establecido con el hijo/a desde pequeños. La educación se adquiere desde que se nace, día tras día, a través de lo que se ve en los adultos más próximos y lo que los adultos permiten en el niño.

2. ESTILOS EDUCATIVOS

A lo largo de la educación de tu hijo seguramente has utilizado diferentes modos de transmitirle los instrumentos que necesita para desenvolverse en la sociedad. Los estilos educativos son las diferentes maneras que hay de transmitir normas y valores. Son los modos de hacerle respetar las reglas del mundo en el que ha nacido y contarle qué tiene que hacer para acoplarse a él.

Cuando educas a tu hijo, le das información sobre el mundo, le propones códigos de conductas adecuadas socialmente, le proporcionas ayuda en la resolución de problemas, le transmites un sistema de valores y las actitudes que tú tienes ante las situaciones de la vida. Igualmente, le comunicas las creencias que tú tienes sobre las cosas importantes y, sobre todo, le haces ver el valor que él tiene para ti como persona.

La elección de la estrategia educativa está determinada por los siguientes factores:
• El modo de ser de los padres.
• Su propia historia familiar y personal (creencias y legados).
• Por las metas y nivel de expectativas que se han trazado para sus hijos a largo plazo.

Puede que tus padres te dijeran que un hijo jamás debe contradecir a un padre, que eso sería una falta de respeto hacia los mayores. Puede que siempre hayas aceptado las órdenes de tus padres sin rechistar. Puede ser, incluso, que sigas creyendo que esto funcionó contigo y, por tanto, que así debes seguir comportándote con tus hijos.

También puede ser que en tu casa, cuando tú eras adolescente, tus padres te tratasen casi como un adulto y creyesen que era mejor dejarte vía libre para que tú organizases tu vida y tomaras tus decisiones; ellos simplemente estaban para que pudieras contárselas, por si acaso necesitabas ayuda. Puede que te dieran siempre permiso para todo porque confiaban mucho en ti. Por tanto, puede ser que tú también seas permisivo con tus hijos.

Otra cosa que podría suceder es que siguieras el estilo educativo justamente contrario al que te han inculcado tus padres, bien porque aún dura tu rebeldía o bien porque crees que no funcionó contigo.

Recuerda:

• Antes de elegir un estilo de tratar a tu hijo/a, debes cerciorarte de que lo haces teniendo en cuenta sus circunstancias y características, y no según tu historia personal.
• Para acertar con el estilo apropiado a cada adolescente es preciso tener en cuenta lo que le preocupa y necesita.
• Conviene estar de acuerdo con tu pareja cuando se trata de hacer esta elección.

Veamos brevemente los principales estilos educativos:

ESTILO PERMISIVO-AUTORITARIO:

a) Permisivo

Con la llegada de la adolescencia llega el momento de los permisos. Todos los padres querrían tener la seguridad de que no se equivocan ni por dejar hacer mucho ni por dejar hacer poco. Ya sabemos que no es fácil acertar. No es conveniente decir a todo que sí porque está en la época rebelde, ni decir a todo que no porque protesta de todo. La clave está en ceder cuando no es realmente importante la cuestión. Hay unos mínimos que deben cumplirse para no incurrir en graves peligros.

En el tema de los horarios de volver a casa el fin de semana o en el del dinero que se le da para sus gastos, las normas deben imponer un control, pero con la posibilidad de hacer excepciones. Si aplicaste a tu hijo, ya desde pequeño, un estilo demasiado permisivo y no supiste decirle que «no», será más difícil establecer un control. Conviene restringir las concesiones no sólo en función de si son buenas o nocivas para tu hijo, sino también porque es saludable tener sólo lo necesario y ganarse los caprichos con el esfuerzo.

b) Estilo autoritario

Los padres autoritarios tienen generalmente dificultades para admitir las razones de los otros. Una persona tolerante admite que puede equivocarse y no tiene sensación de debilidad por ello. Creer que estás en posesión de la razón por el hecho de ser adulto y que tu hijo tiene que ser como tú quieras es autoritarismo.

Los hijos de padres autoritarios se sienten dominados; por ello o bien acaban rebelándose o bien se sienten anulados como personas. En vez de comportarse de forma autoritaria, es preferible hacer propuestas, dar opciones.

La autoridad legítima surge del conocimiento que se tiene sobre hechos, sentimientos y circunstancias; emana también de la capacidad de vivir de manera autónoma.

Si tienes un hijo/a de 16 años, podrías encontrarte con una situación similar a la siguiente: ¿Hay que dar siempre razones? Tanto como siempre, no. Pero, si quieres que poco a poco tus órdenes lleguen a formar parte de su modo de ser, es decir, que las interiorice, tendrás que dar explicaciones (que no justificaciones) cada vez que quieras que tu hijo o hija te hagan caso. Y con mayor motivo si son adolescentes. Transmitir mensajes con coherencia puede que no sea el modo de lograr obediencia inmediata, pero permite que tu hijo o hija entienda progresivamente lo que deseas que haga.

ESTILO SOBREPROTECTOR-INDIFERENTE:

a) Estilo sobreprotector

Ejercer la paternidad implica dejar de protegerles progresivamente, para que vayan conociendo por sí mismos los peligros, las ventajas y los inconvenientes de cada una de sus elecciones.

Está claro que debes saber qué grado de libertad y qué libertades corresponden a cada edad. Necesitarás sentido común y paciencia para ponerte en su lugar.

Deja que tu hijo vaya sólo al autobús cuando creas que realmente no hay peligro, que aprenda a hacer sus dibujos de clase cuando consideres que está suficientemente preparado. Enséñale a comprar sus cosas sin despilfarrar el dinero, a ordenar sus pertenencias, a seguir las normas de seguridad vial; entrénale incluso en el arte de cocinar para salir del paso.

Aprovecha ese tiempo libre en que ya no debes cuidar de él para hacer aquellas cosas que deseabas hacer y no podías cuando era pequeño. Ten la seguridad de que le has preparado. Dale tu apoyo cobijándole y reconfortándole cuando viva el fracaso, el desengaño, la desilusión o la soledad.

Si corres en su auxilio intentando evitar que se encuentre con situaciones desagradables, jamás sabrá qué hacer cuando la vida no le dé las cosas tal y como tu hijo o hija las había planeado. Si entra en el desespero y no se sobrepone, puede encontrarse realmente en situaciones de graves crisis de difícil solución.

Si le dejas explorar y correr riesgos menores, no le será necesario correr otros riesgos mayores, como los relacionados con la salud y con su integridad corporal. Al dejarle enfrentarse a situaciones nuevas, le estás preparando para tener amigos, saber opiniar y sentirse seguro, tanto cuando las exprese como cuando se equivoque.

Dar todo de manera gratuita y sobreproteger a los adolescentes les incapacita para valorar las cosas que reciben de los demás o les incita a creer que todo les corresponde, pudiendo llegar a querer más. Quien lo tiene todo sin hacer nada para lograrlo no se adapta a nada porque ha aprendido que son los demás quienes se acoplan a sus gustos.

b) Estilo indiferente

En el polo opuesto se encuentra la indiferencia. Que los padres no estén nunca cuando el hijo se cae, proporciona sensación de indefensión, abandono e impotencia. No les hace ni más adultos ni más autosuficientes.

Si desde pequeño has dejado a tu hijo que se apañe él solo en situaciones demasiado complejas para él, echará de menos tu cálido abrazo cuando se sienta mal por no lograr sus objetivos. El mensaje que le llega es el de que «ningún esfuerzo vale la pena», «haga lo que haga, jamás lo lograré», «cualquier cosa es demasiado difícil para mí», «estoy solo y sin remedio ante cualquier obstáculo».

Merece la pena invertir tiempo, afecto y solidaridad para educar a tu hijo adolescente. Que sea y se sienta totalmente autosuficiente antes de tiempo implica un alejamiento afectivo. De esta manera sólo se transmite desilusión, falta de reconocimiento y ausencia de valoración. Lo que no encuentre dentro de casa lo buscará fuera y será demasiado receptivo a todo aquello que pueda dárselo.

ESTILO PARTICIPATIVO: RESPETO Y NEGOCIACIÓN:

Como padre de un adolescente te enfrentas con la decisión de precisar sus derechos, privilegios y responsabilidades. En esta etapa, si negocias con él, será más probable que cumpla con su deber.

Puede que más adelante te sientas aliviado si utilizas la flexibilidad, la negociación y el respeto al tomar decisiones con tu hijo/a. Busca un momento adecuado, con tiempo y tranquilidad suficientes para hablar y escuchar todo lo que haya que decir. Al finalizar vuestra conversación, deberíais estar convencidos de que lo concluido es lo mejor para todos o, al menos, para la mayoría de la familia.

a) Estilo negociador

Negociar supone, en primer lugar, ver cuál es el problema que se ha planteado con tu hijo: cumplimiento de horarios, orden de su habitación, amigos que trae a casa, drogas, actividades en su tiempo de ocio, suspensos, etc.

Cuenta con él o ella para ver cuáles son las alternativas o soluciones posibles, sin valorarlas ni descartar ninguna por descabellada que parezca.

Después, comenta los pros y los contras de cada una de las alternativas. Que tu hijo/a vean también qué le conviene.

El proceso de negociación tiene que acabar necesariamente llegando a una conclusión favorable para ambas partes, la alternativa menos mala es la que mayores ventajas y menos inconvenientes tenga. Mientras el adolescente se convierte en adulto, es importante que adquiera la habilidad de sopesar los pros y los contras, así como que asuma la responsabilidad de aceptar las consecuencias de las propias decisiones.

b) Respeto y participación

El niño quiere por necesidad, mientras que el adolescente quiere porque decide querer. Las relaciones entre padres e hijos adolescentes suelen ser más o menos intensas y hasta conflictivas. Pocos padres admiten el proceso de independización de sus hijos y pocos hijos admiten intervenciones paternas justificadas, aunque sólo más tarde entenderán que lo eran. Por eso, lo importante es potenciar la comunicación.

Para que tu hijo adquiera una identidad social sólida y se sienta incluido en ella, debes estar dispuesto a discutir distintos puntos de vista, a negociar, a compartir inseguridades con tu hijo y a esperar a que busque consejo en ti.

Dando prioridad a que tu hijo se exprese podrá llegar a encontrar los motivos profundos de su comportamiento y, de este modo, saber cómo es y qué quiere. Cuestionar tu opinión y poder contarte en qué se diferencia de ti le dará seguridad en sí mismo. El respeto a lo que piensa la otra parte supone no ofender ni despreciar al otro sólo porque no está de acuerdo contigo. Implica no coaccionar ni manipular a la otra persona para que baile al son que te conviene o te favorece.

Si educas a tu hijo con flexibilidad y respeto, llegará a conocer sus propias limitaciones, y aceptará y comprenderá las de los demás.

Es importante saber aceptar lo que no es imprescindible cambiar. En toda relación interpersonal puede haber un intento de modificar la conducta del otro. A veces actúan presiones imperceptibles para que el otro responda a nuestras necesidades.

Recuerda:

• Apoya a tu hijo en sus dudas y abatimiento. Hazle ver los aspectos positivos de su persona.
• Facilita que tu hijo adolescente tenga amigos. Si no los tiene y vive aislado, algo ocurre y será mejor averiguarlo.
• Debes distinguir entre las quejas razonables y las infundadas, cuando se hace la víctima o crea desacuerdo en la pareja para salirse con la suya.
• Recuerda que los hijos ponen trampas a los padres para que les dejen hacer lo que quieren.
• No hagas por tus hijos lo que ellos pueden hacer por sí mismos.
• Evita intervenir cuando el problema no afecta a sus derechos, valores o responsabilidades o cuando el problema se plantee entre tu hijo y un tercero, como un hermano, un amigo o un profesor.
• Las prohibiciones deben hacerse en caso de un peligro real contra su integridad física o psicológica, o la de los demás. En estos casos conviene consultar con especialistas.

Al llegar a la adolescencia se producen cambios en las relaciones y comportamiento de los hijos. Es frecuente que los padres comenten que tienen problemas con ellos y que sufren algunas crisis:

– Por un lado, los padres están acostumbrados a supervisar y decidir, en la mayoría de los casos, por el hijo desde que nació
– Por el otro, el hijo quiere empezar a ser considerado como un adulto y desea olvidarse del control de sus padres.

Si preguntamos a los padres, las quejas hacia sus hijos se refieren a los estudios, al dinero que gastan, a los horarios de llegadas y a las tareas del hogar. Si preguntamos a los hijos adolescentes, se quejan de que sus padres les agobian con los horarios, la sexualidad, las tareas del hogar y los estudios. No hay mucha diferencia entre lo que perciben unos y otros respecto a sus relaciones.

Dichos problema son los más frecuentes, los que más se repiten en todas las familias con adolescentes, los que te traerán más de un quebradero de cabeza.

Estás educando a tu hijo y es el momento de evolucionar en el modo de relacionarte con él. En la adolescencia tu hijo cambia, por lo que también debes cambiar tu relación con él.

Magdalena Cubel Alarcón
Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)

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