Nada es bueno o malo por sí mismo.
Las cosas no podemos saber si son buenas o malas, según el contexto y los acontecimientos siguientes podrán ser de una manera o de otra.
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Nada es bueno o malo por sí mismo.

Era se una vez un hombre que vivía en una aldea lejana y era muy respetado, tanto, que todos le consultaban sobre distintos asuntos. El hombre era granjero y había sido educado en una familia llena de amor y buenas costumbres. siempre tenia una frase de consuelo o una palabra amable para el que le pedía consejo, lo que le permitía vivir en paz con sigo mismo y con el mundo.

Un día, llego hasta su granja un caballo. Era un caballo precioso de brillante color blanco y musculatura marcada. Caminaba con elegancia y se notaba que era un purasangre. el caballo comenzó a pastar y se quedó a vivir en la granja.

Según cuenta la historia, los vecinos se quedaron sorprendidos. Según las leyes del lugar, como el caballo había llegado por sus propios medios, pertenecía al granjero. Todos le dijeron «¡qué buena suerte!, pero él dijo «tal vez», y agregó «lo que parece una bendición a veces es una maldición».

Los demás no lo entendieron y lo veían como un desagradecido. ¡¿Cómo no iba a ser una bendición que un animal como ese hubiera llegado a su granja?! ¡Mejor suerte no podía tener!

Con el tiempo, llegó el invierno. Una mañana el granjero se levantó y vio que la puerta del establo estaba abierta. Se acercó y notó que el caballo no estaba. ¿Se habría ido?, ¿lo habrían robado?…

La noticia voló rápidamente entre los vecinos, quienes se acercaron a expresar que lo lamentaban mucho. El hombre, muy sereno les dijo «no os preocupéis; lo que parece una maldición, a veces es una bendición». ¡Todo el mundo pensó que estaba loco!

El invierno pasó lentamente, y de repente los árboles empezaron a llenarse de hojas y las aves volvieron a cantar, acogiendo a la primavera. Una de esas tardes, el granjero, cultivando sus tierras escuchó un estruendo; miró a lo lejos y pudo distinguir la figura del caballo; sin embargo, el caballo no venía solo, tras él habían muchos más que lo seguían y obedecían. El granjero se sorprendió y se deleito con los bellos ejemplares que se dirigían a su territorio.

Los animales se quedaron en la granja y la ley permitió que fueran de su propiedad. Los vecinos, de nuevo, no podían creer que la fortuna le acompañara de esa manera. Lo felicitaron y el granjero respondió «lo que parece una bendición, a veces es una maldición».

El granjero vio que le esperaba un arduo trabajo. Los caballos que habían llegado con su hermoso ejemplar, eran salvajes. Habría que domarlos. Solo su hijo mayor y él estaban en condiciones de hacerlo, pero esto les llevaría mucho tiempo.

Entrando en el otoño, su hijo se propuso domar al más arisco de los caballos. Aunque era diestro en esos menesteres, el caballo lo tiró y se fracturó una pierna. Los vecino se apresuraron a ayudarlo y comentaban «¡qué mala suerte!, a lo que como de costumbre respondió: «no os preocupéis, lo que parece una maldición, a veces es una bendición».

Una semana después explotó la guerra. El emperador mandó reclutar a todos los jóvenes de la aldea. El único que se salvó fue el hijo del granjero, ya que estaba convaleciente, debido a la fractura de su pierna. Entonces los demás comprendieron la sabiduría del granjero.

Desde entonces, esta fábula se cuenta de generación en generación entre la población china, para que nadie olvide que nada es bueno o malo por si mismo.

 

Magdalena Cubel  Alarcón

Psicologa Clínica Valencia Benimaclet

Centro Psicológico MCA

 

 

 

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