La familia te toca, no se elige.
Este artículo describe como los vínculos que establecemos con nuestros cuidadores en la infancia, van a influir en el desarrollo de nuestra persona y nos convertirán en alguien seguro, inseguro o ambivalente.
familia, apego, vínculo, apego seguro, seguridad, generación, famlia de origen
509
post-template-default,single,single-post,postid-509,single-format-standard,stockholm-core-1.2.2,select-theme-ver-5.3,ajax_fade,page_not_loaded,wpb-js-composer js-comp-ver-5.5.5,vc_responsive

La familia te toca, no se elige.

Es curioso ver como la influencia de las generaciones anteriores de nuestra familia de origen puede influir en nosotros. Algunas personas que sufren algún tipo de dolor anímico encuentran las causas del mismo remontándose a los años de convivencia familiar o, como ahora sabemos, a códigos inscritos en su árbol genealógico.

La relación de apego es fundamental en el desarrollo del niño y permite explorar el entorno. El grado de confianza o desconfianza que tengamos ante la vida y los demás y nuestra autoestima tendrá mucho que ver con la fuerza de ese vínculo y sus dos condiciones: que sea estable y perdurable, basado en el afecto y el amor, en transmitir la seguridad de que si esta en peligro, la persona con la que está vinculada le ayudará. Es fundamental establecer un vínculo seguro para poder tener estabilidad personal y poder desarrollar una relación de pareja sana.

Pero no todos los cuidadores son capaces de ser sensibles y responder de forma segura ante sus niños.

Según Mary Ainsworth esta sensibilidad consiste en la capacidad de los padres o cuidadores para comprender e interpretar adecuadamente las señales de demanda del bebé. Esa sensibilidad se convierte en un organizador psíquico en el desarrollo del niño, es la base de su arquitectura emocional (creencias y expectativas acerca de sí mismo y de los demás). La respuesta sensible obedece a los modelos operativos de los padres, que dependen a su vez de la calidad de su propia historia afectiva. En función de cómo fuera esta historia afectiva y los cuidados que recibieran establecerán un tipo de vínculo seguro, inseguro o ambivalente.

Este tipo de vínculo nos condicionarán, pero no nos determinarán. Cuando el vínculo no es seguro, la búsqueda de la propia identidad, el sentido de autoeficacia y el desarrollo de habilidades y talentos innatos puede ser un calvario. Pueden haber desencuentros, proyecciones de los propios padres y chantajes que ahogan el crecimiento personal. En lugar de apoyar, de ser una red de seguridad afectiva, la familia se convierte entonces en una pesadilla, en la siempre frustrante y airada combinación entre el amor y el odio, entre el rechazo y la sed de pertenencia, entre el abandono y la necesidad afectiva.

Según sean las dinámicas relacionales de sus miembros, la familia podrá crecer o destruir a algunos de sus miembros. Podrá tener paz y equilibrio, alegría, dulzura o guerra, resentimiento, dejadez. Podrá ser paraíso o infierno.

Lo bueno de todo esto es que siembre se puede buscar una ocasión para recomponer vínculos rotos, heridos o abandonados si los hay. Para aprender o recordar que la función de la familia es la de crear vínculos seguros. Si solo sirve para dar un sustento económico, alimento y un espacio donde dormir, y no hay amor ni respeto, quizá sea un buen momento para darnos permiso para protegernos, crecer y podernos alejar, pues la familia te toca, no se elige.

Magdalena Cubel Alarcón
Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)

Tags:
No Comments

Post a Comment