15 días en agosto…
El artículo describe qué es lo que ven los niños en los adultos y por qué muchas veces no quieren crecer. Es por ello que se ofrecen recomendaciones para poder encontrar el equilibrio para establecer sus actividades académicas y extraescolares.
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15 días en agosto…

Navegando por Internet me llamó la atención la opinión de un niño al que le preguntaban qué quería ser de mayor, y él planteaba:

“Yo miro a la gente en la calle y no veo que la gente de la calle sean felices, solo los niños disfrutan de la vida. A partir de los 18 todo son caras largas, gruñidos y malas noticias… Según la tv hay que ponerse desodorante, hay que comprar el coche más rápido, hacerse operaciones de estética… y con esto tienes que estar loco para no ser feliz, pero para ello hace falta dinero , y los adultos hacen lo que sea por el dinero, es el único objetivo de todo el año, trabajar y trabajar para conseguir dinero, y yo me pregunto … ¿para qué?, para conseguir al final del año 15 días de vacaciones, 15 tristes días de vacaciones, 15 día donde te vas muy lejos para olvidar que llevas todo el año trabajando, 15 días para no perder un segundo…, con muchas prisas…, 15 días en agosto…, 15 días en la playa…, 15 días como borregos…, borregos que traen al mundo borreguitos…, que a su vez tendrán que trabajar el resto de su vida a cambio de otros 15 días de vacaciones…

Yo no quiero ser nada de mayor…, pensándolo bien yo no quiero crecer…, me quedo con Peter Pan…, con los inmaduros…, con la reflexión a la vida…, a si que… no me vuelvan a preguntar ¿qué quiero ser de mayor?”

Me pareció que no tiene desperdicio, nos pasamos todo el año esperando que lleguen las vacaciones para conseguir no hacer “nada” o para seguir corriendo al tener que pasar unos días con los padres, otros con los suegros, la semana con los amigos, la playa y el campo, y cómo no, unos días por Europa o por los Picos de Europa…

La primera semana nos acostumbramos a las vacaciones, la segunda la disfrutamos, y la tercera nos amargamos pensando que tenemos que volver. ¿Dónde están los tiempos en que nos íbamos con nuestras madres al pueblo desde el 23 de Junio hasta primeros de Septiembre? No me extraña que a la vuelta tengamos el “Síndrome Postvacacional”, es decir una inadaptación al volver al trabajo después del periodo vacacional, una incapacidad para reencontrarse con las obligaciones laborales, pudiendo notar tristeza, irritabilidad, apatía, ansiedad, insomnio, dolores musculares, tensión, nauseas, palpitaciones, taquicardias, sensación de ahogo, problemas estomacales… ¿y cómo no? Todo lo que nos dejamos sin resolver al salir de vacaciones sigue estando encima de la mesa saludándonos otra vez, nos vuelve a despertar el despertador en lugar de nuestro reloj biológico, la sociedad vuelve a marcar nuestra vida en lugar de dejarnos llevar, y si además teníamos grandes expectativas depositadas en las vacaciones y no se vieron cumplidas…es fácil tener todos los boletos para no adaptarnos.

Normalmente el desajuste horario es la principal causa de este Síndrome, seguida del cambio en el ritmo diario con respecto a comidas y actividades, a las exigencias y demandas, la intensidad de nuestro trabajo y el puesto que desempeñamos. Y tratamos de adaptarnos de nuevo a todo esto de un día para otro, ya que apuramos las vacaciones hasta el último día. Pero no a todas las personas les afecta igual, ya que según cómo viva cada uno la vuelta al trabajo va a determinar que la adaptación sea normal o se convierta en un “síndrome”.

Es por ello que los profesionales recomiendan volver algunos días antes de empezar a trabajar para ir adaptando nuestro cuerpo y nuestra mente al ritmo habitual. Lo ideal sería poder adaptarnos a la vuelta al trabajo como lo hacen los niños al colegio; normalmente empiezan las clases a mitad de semana, y no tienen un horario completo, así la adaptación es más fácil.

El problema puede surgir cuando se produce una sobrecarga emocional provocando ansiedad o depresión. Si los síntomas se prolongan en el tiempo afectará a la salud del sujeto y a su productividad. Por eso es fundamental tener un buen clima de trabajo e incorporarnos paulatinamente a nuestras ocupaciones laborales.
Este problema suele afectar a un 35% de los trabajadores que suelen tener actividad muy intensa, que tienen problemas de agotamiento y están descontentos con su trabajo, suelen ser menores de 40-45 años.

Pero ¿cómo podemos detectar que algo va mal? Normalmente se ven afectadas las relaciones sociales, existe un cansancio excesivo ante la imposibilidad de reincorporarse a un ritmo más pausado, y hace que nos podamos sentir tristes o irritados, afectando a nuestra calidad de vida. Estos síntomas se suelen resolver en una o dos semanas, pero si se prolongan más de 1 mes puede estar pasando a algo más grave que convendría consultar con un profesional.

Y cuando ya se que algo no va bien ¿qué hacer para llevarlo mejor? El aspecto más importante para realizar un afrontamiento de ese malestar es adoptar una actitud positiva, evitando “recrearse” excesivamente en la incomodidad de la incorporación al trabajo; centrarse en las molestias solo consigue preocuparse de forma desmedida.
Es importante regular los horarios, nuestro reloj biológico ha estado marcando nuestro sueño y ahora lo ha de marcar el reloj social. Hay que tener cuidado con las siestas y tratar de acostarse algo más pronto de forma progresiva (15 minutos cada 2 ó 3 días) hasta encontrar el horario regular.

No centrarse en buscar las próximas fechas de vacaciones, tomar el control sobre la jornada laboral, afrontar las situaciones negativas en lugar de quejarse, planificar actividades gratificantes para los días laborales, buscando espacios y tiempos de ocio… Resulta duro volver a trabajas, pero en los tiempos que corren “peor es no volver”…

El objetivo final debería ser buscar un equilibrio entre nuestro trabajo, el ocio, la familia y los amigos y esto es algo difícil de encontrar en el mundo en que nos movemos.
Para los niños también es duro la vuelta a la rutina, aunque en el fondo, tanto ellos como nosotros lo necesitamos. Recordemos que los niños necesitan rutinas y límites y esto en vacaciones es bastante relativo.

Tratar de que entren en la rutina una semana antes de volver al cole es bastante complicado, sobre todo si los padres trabajan, pero tenemos la suerte de tener todo el mes de septiembre para poder hacer el proceso de adaptación. En este tiempo los niños solo van a clase por la mañana, por lo que empiezan a madrugar, cosa que ayuda a que se puedan acostar antes por la noche. Siempre es más fácil despertarlos más pronto por la mañana, que intentar que se duerman cuando nosotros queremos.

Por la tarde hay que intentar que no hagan siesta para poderlos acostar antes y hay que empezar a acortar las vuelta del parque para poder establecer un proceso intermedio entre el horario de verano y el de invierno. Recordemos que el déficit de sueño es uno de los problemas que agravan el fracaso escolar; en verano están acostumbrados a acostarse tarde y a ver la Tv hasta que quieren, con la excusa de que no hay que madrugar, y esto es algo que va a generan conflicto. Si vamos ajustando el horario de sueño de manera progresiva, estarán preparados para tener un buen horario de sueño a partir de octubre, lo que no les dificultara la tarea escolar.

También hay que intentar organizar los horarios de las comidas y acercarlos más al horario de invierno para que poco a poco y sin darse cuenta vayan entrando en la rutina invernal.
El tema de las tareas escolares también hay que organizarlo, vienen de no tener ganas de hacer nada que no sea divertirse y de repente han de ponerse a estudiar toda la tarde ¿quién acepta esto?, por ello es importante acortar las actividades de la tarde y dejar paso a un rato de lectura o tareas escolares. Si hay mucha negativa por parte de los niños ir marcando el horario de forma gradual (10 minutos, 20 minutos… cada 2 ó 3 días) hasta llegar al tiempo deseado.

Para los niños el objetivo sería el mismo, buscar el equilibrio entre las clases, el tiempo de estudio, las actividades extraescolares, el ocio y el tiempo con sus amigos. Los niños son niños y si nosotros no tenemos jornadas laborales de 10 y 12 horas, no pretendamos que ellos las tengan. Necesitan jugar y si lo pensamos bien… no les dejamos mucho tiempo para poder realizar esta actividad a no ser que sea verano… Por eso algunos deciden “que es mejor no ser nada de mayor y quedarse con Peter Pan”.

Adaptado por Magdalena Cubel Alarcón
Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)

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