«Algo más que un cuerpo»
Los medios de comunicación y la sociedad actual hacen que las nuevas generaciones crezcan en un medio donde el culto al cuerpo es algo imprescindible. Es responsabilidad de la familia y sobre todos de los padres inculcar los valores adecuados para hacer fuertes a los adolescentes, que puedan tener espíritu crítico y protegerse de la influencia de los medios para que no tengan riesgo de caer en las garras de la anorexia, o la bulimia o la vigorexia, entre otras.
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«Algo más que un cuerpo»

(Artículo de opinión)

Buscando el origen del “culto al cuerpo”, observamos que éste es un rasgo característico de las sociedades contemporáneas, unido a la constitución de lo “moderno”, a la filosofía de “ser joven, deportista, vestirse y saber danzar los ritmos de moda y ser moderno”(Nicolau Sevcenko).

El proceso hasta llegar a nuestros días se iniciaría a partir de la I Guerra Mundial.

En la década de los 20 se configura un nuevo ideal físico, por medio de la imagen cinematográfica.

A finales de esta década, las mujeres, bajo el impacto combinado de las industrias de los cosméticos, de la moda, de la publicidad y de Hollywood, incorporaron el uso del maquillaje pasando a valorar el cuerpo esbelto y firme. De manera que la combinación de esas cuatro industrias fue fundamental para la victoria del cuerpo delgado sobre el obeso, en el transcurrir del siglo XX (Featherstone 1993).

Hollywood difundió nuevos valores de la cultura de consumo y proyectó imágenes de estilos de vida glamorosos. Las estrellas de cine ayudaron a conformar un ideal de perfección física y de técnicas para corregir imperfecciones.

La explosión publicitaria de la posguerra fue, sin duda, gran responsable de la difusión de hábitos relativos a los cuidados del cuerpo y a las prácticas de higiene, belleza y deportivas, recomendadas por médicos y moralistas burgueses desde principios de siglo.

El desarrollo del cine y la televisión, contribuyó a que los profesionales de los cuidados del cuerpo vendieran sus imágenes y productos, de manera que “los comerciantes contribuyeron más que los higienistas para difundir los nuevos hábitos del cuerpo” (Prost).

Los años 60 aportaron la “revolución sexual”, el “movimiento feminista” y el “hippismo”. En esta época, el cuerpo es visto como transgresión, delirio y “trance”, a través de experiencias con drogas y sexo.

A partir de la década de los 80, las prácticas físicas pasan a ser más regulares y cotidianas, manifestándose en la expansión de gimnasios por todos los centros urbanos. A partir de aquí, la temática del cuerpo gana cada vez más espacio entre los medios de comunicación.

Paralelamente a este proceso se origina la “Generación Salud” quién lucha contra las drogas, especialmente el tabaquismo y el alcoholismo, y defiende el medio ambiente, el naturalismo y el “sexo seguro” (relacionado con la aparición del SIDA”).

A través de todos estos años, la apariencia física pasa a depender cada vez más del cuerpo y cuidarlo se torna una necesidad.

Según Featherstone estaríamos viviendo, en las sociedades contemporáneas, una trasformación en el ciclo de la vida, en el cual las barreras entre juventud y vejez se estarían borrando y “ser joven” se situaría como un imperativo para los más viejos.

La juventud, tan pasajera y cambiante como la madurez o la ancianidad, ha dejado de significar una etapa de la vida y se presenta una y otra vez como ideal, como virtud. Ser joven es una virtud. Ser viejo, un demérito.

Este afán de juventud tiene que ver con el culto al cuerpo, con el atractivo que la gente busca en el exterior y con el creciente hábito de no analizar los contenidos de las personas. La publicidad nos enseña a formarnos opiniones intelectuales a través de la apariencia de quien las emite, favoreciendo que juzguemos a nuestros semejantes por su apariencia.; el bello y joven piensa bien, triunfa y es amado; el viejo y feo piensa mal.

La posibilidad de modelar o diseñar nuestro propio cuerpo se sitúa como algo que favorece para cada uno estar lo más cercano posible a un modelo de belleza que está establecido globalmente.

Hoy vivimos en un mundo supeditado a la imagen y en el que existe una notable ausencia de valores (como el esfuerzo, el trabajo bien hecho, el ahorro, la disciplina, el sacrificio…) y esto se observa principalmente en los adolescentes.

La adolescencia es una etapa problemática y difícil en la evolución del hombre. Los cambios físicos, psíquicos y sociales que sufre el adolescente hacen que esté pendiente de qué dirán, así como sujeto a las presiones, tanto de amigos como de los medios de comunicación. En esta etapa es muy importante el deseo de gustar, el acceso al otro sexo, el pertenecer a un grupo de amigos y ser aceptado, por lo que el cuerpo se convierte en un medio y valor muy fuerte.

En la adolescencia, belleza y felicidad parecen ser una misma cosa. El joven y su mundo se reducen a su apariencia física y, por tanto, de ella depende su éxito social y personal. Las manifestaciones de este modo de entender y dar sentido al cuerpo están visibles en la sociedad del joven y reflejados en todos los grandes medios de comunicación. Revistas, radio, periódicos, vallas, TV, … ofrecen spots publicitarios, invitando y prometiendo dietas de adelgazamiento, salones de belleza, productos light,…; en definitiva, alimentando una “cultura de la belleza física”.

Todas estas circunstancias, hacen que este sea un periodo de vulnerabilidad, donde en un intento de conseguir un objetivo “idealizado” y poco realista, imitando determinados patrones de belleza y dejándose influenciar por los medios de comunicación, es fácil que afloren algunos trastornos en adolescentes con unas características determinadas; de manera que a las puertas del siglo XXI una nueva epidemia se va extendiendo entre las sociedades industrializadas, y afecta sobre todo a adolescentes. Se trata de una obsesión moderna por la perfección del cuerpo, que se manifiesta de distintas formas: hay trastornos alimentarios como Anorexia y bulimia nerviosa, otros como la vigorexia (que es la obsesión en torno al músculo y que aparece cuando la preocupación por la estética y el culto al cuerpo se desatan), la dismorfofobia u obsesión reiterada por alguna parte del cuerpo, aunque no exista ningún defecto

Todos estos trastornos comparten varios síntomas en común, desear una imagen corporal perfecta y distorsionar la realidad frente al espejo. Es una nueva meta impuesta por nuevos modelos de vida en los que el aspecto parece ser el único sinónimo válido de éxito, felicidad e incluso salud. Se despreocupan de todo, de sus relaciones e incluso de sus vidas. Pueden ir acompañados de ansiedad, depresión o trastornos obsesivocompulsivos. Tienen una preocupación obsesiva por la figura, realizan rituales de medición, comparación… buscan y establecen planes que les lleven a tener la figura perfecta y su vida llega a convertirse en un ritual para alcanzar una meta inalcanzable.

La presión de los medios de comunicación ha desempeñado un papel esencial en la extensión de estas patologías, como ya hemos comentado antes. Desde el cine y la publicidad se difunden modelos de hombres y mujeres como prototipos de salud y éxito, lo cual puede causar obsesión por el culto al cuerpo y frustración en los sujetos que sus cuerpos no se adaptan a esos cánones.

Es cierto que es importante cuidar moderadamente nuestro aspecto físico, que ser atractivo, guapo, atlético o incluso original, son valores en alza, que pueden llegar a ser factores clave en numerosas situaciones. Pero…. ¿qué pasa con la persona?, ¿con su mente? ¿con sus valores…?

En mi opinión será difícil acabar con los trastornos mientas el cine, las revistas, la TV y la publicidad transmitan valores sociales basados en la cultura de la imagen, por eso creo que es responsabilidad de los padres, tratar de transmitir a los hijos que existen tantos tipos de aspectos físicos diferentes como personas, y que no por ser distinto se ha de ser mejor o peor. Es nuestra responsabilidad transmitirles valores y juicio crítico a nuestros hijos en los primeros años de la vida, sin esperar “a que llegue el momento porque aún son muy pequeños”. Cuando llegan a la adolescencia la influencia familiar es mucho menor que la social, y lo que no se haya establecido antes será difícil de consolidar.

Magda Cubel Alarcón

Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)

(Centro Psicológico MCA)

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