¿Mala educación o apego desorganizado?
Lo que en un principio puede parecer mala educación, puede llegar a ser algo mucho más grave, provocado por la negligencia y el maltrato que los cuidadores pueden darle a un bebé en los primeros dos años de vida. Esta situación da lugar a un momento de caos donde el tipo de apego que se desarrolla es el desorganizado, y donde los niños pueden pasar de la máxima activación a la máxima desconexión.
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¿Mala educación o apego desorganizado?

A menudo nos encontramos con niños, tanto en la escuela, como entre los compañeros de nuestros hijos, como en la propia consulta,  que están sobreactivados. Son descritos como niños «que no paran», con una alta activación motriz en situaciones donde deberían inhibirla, que se frustran cuando no se les dejan hacer lo que quieren, que les cuesta muchísimo ceder el control, «ellos mandan». Su regulación emocional y su conducta son deficitarias, y si perciben que el adulto puede ser amenazante, o se sienten amenazados o intimidados, o cansados, se altera más.

La actitud de los demás puede hacer que estos niños tengan cada vez más conductas defensivas, hostiles o de oposición, irritando y terminando con la paciencia de los que los cuidan o de los adultos que están a su alrededor, finalizando la historia con intensas rabietas, enfados y hostilidad por ambas partes.

Y sorprendentemente estos episodios se pueden combinar con periodos en los que los niños e muestran apagados, encerrados en su cuarto, aislados, embotados e hipoactivados. ¿En realidad es el mismo niño?

Estos niños no nos gustan, son incómodos, pensamos que están muy mal educados, y tratamos de alejar a los demás niños de ellos porque no queremos problemas. Pero en realidad, ¿es todo mala educación?

Normalmente el origen de este comportamiento está en lo que pasó en las edades tempranas de estos niños; tendríamos que remontarnos a sus 18 primeros meses para ver qué paso en esta etapa de desarrollo con ellos.

Porges refiere q los niños desarrollan a esta edad la «neurocepcion segura«. Cuando habla de neurocepción, se refiere a las sensaciones y emociones que se experimentan por debajo del nivel de conciencia, que se graban en la memoria implícita durante la etapa prevería, antes de la aparición del lenguaje, y que transmiten el mensaje de que la expectativa prevista y la consecuencia que se va a dar con respecto a las figura de apego es segura. El niño siente en su cuerpo que esas personan le van a dar seguridad y van a ser empíricos con él. Esta neurocepción segura es la que favorece que el sistema de conexión social (situado en el nervio vago central), que se encarga de la regulación emocional, funcione adecuadamente.

Si por el contrario la «neurocepción creada es de amenaza o alerta», se conectan otras ramas del Sistema Nervioso (rama simpática/vagal dorsal), creadas para la defensa. Si estos niños han vivido durante ese tiempo en continuo peligro, estarán alerta, teniendo que reaccionar de manera hiperactivada, ya que lo que aprendió su cuerpo fueron sensaciones de amenaza, en ambientes hostiles, impredecibles y de riesgo.

De manera que puede surgir un patrón de apego que contenga la «neurocepción de peligro«, con la necesidad de reaccionar saliendo huyendo o defendiéndose a través de la agresión o disociándose si no puede luchar ni huir. Si este patrón de apego se mantiene en el tiempo los dos primeros años de la vida de ese niño, etapa en la que se están desarrollando sus estructuras neurobiológicas, comprobará repetidas veces que las expectativas y el resultado con los adultos a los que está vinculado son negativas y tiene consecuencias muy dolorosas. De manera que sus esquemas mentales quedaran grabados con peligro, dolor e incertidumbre.

A estas edades, cuando el cuidador es el mismo que te maltrata, tu mundo se desmorona, sientes miedo de alguien que te tiene que cuidar y al que tienes que recurrir, del que  no puedes escapar, ni te puedes enfrentar, siendo la única posibilidad de sobrevivir disociarte. Resultado: un caos muy desorganizado. Si además el otro progenitor o el otro cuidador es negligente y no puede ver ni cubrir las necesidades del niño, surgirá un patrón de apego desorganizado.

¿Y esto es mala educación? 18 meses de terror, sufrimiento e indefensión, donde el bebé no sabe a quién recurrir. 18 meses de experiencias que dan forma a su cerebro y que dejan una primera configuración del mundo en él,  y a partir de esas experiencias empieza a desarrolla unas estrategias que le ayuden a sobrevivir. Estrategias que probablemente le sirvieron para sobrevivir en ese contexto, pero no le servirán para sobrevivir en otros.

«En lugar de obtener seguridad en la relación con sus cuidadores, el niño es alarmado por ellos. El bebé no puede aproximarse,  ni disfrazar su atención, ni huir. Por lo tanto no pueden generan estrategias de afrontamiento coherentes para manejar desafíos emocionales». (Solomon y George).

Si los primeros 18 meses de vida de un niño, se dan en un ambiente de maltrato y negligencia, con gritos, zarandeos, golpes… el terror invadirá su cuerpo, llorará, se hiperactivará y se sentirá impregnado de sensaciones negativas intensas que sus Sistema Nervioso en desarrollo, aún no podrá gestionar, y como resultado se desrregulará. Buscará desesperadamente al otro cuidador, y si éste está desconectado, él protestará más para poder llamar la atención del adulto, pero no logrará su objetivo, y la única posibilidad que le quedará será hipoactivarse, desconectarse y/o disociarse.

«Durante el trauma, el niño presencia la cara del progenitor (estímulo preferido por el bebé en el primer año de vida) con una expresión agresiva. La imagen de esta cara, así como las caóticas alteraciones en los estados corporales del niño se imprimirán en los circuitos subcorticales límbicos y quedará registrada y procesada en una memoria procedimental implícita.

Cuando el niño se relaciona con un cuidador desconectado, el niño finalizará en silencio, tras la terminación de la protesta; después se disociará (igualado con el estado de la madre). Este fallo regulatorio se experimenta como una discontinuidad referida como islas de vacío en la experiencia subjetiva, una definición operacional de la restricción de la conciencia en la disociación. Esta estrategia disociativa como respuesta postraumático al trauma relacional se insertará dentro de la personalidad». (Schore).

«El niño alternará en el apego desorganizado entre los estados de hiperactivación simpática e hipoactivación parasimpática. Si esta experiencia es prolongada y temprana, las alteraciones en el sistema límbico en desarrollo son profundas». (Shore).

El niño hiperactiva su Sistema Simpático para hacer frente al cuidador que lo desrregula. Se mantiene en el hiperarousal durante mucho tiempo, activado como si todo el tiempo estuviera presente un peligro inminente. A este estado no le sigue ninguno de neurocepción segura, de conexión social que regule y calme, sigue la negligencia, y se conecta el Sistema Nervioso Parasimpático dorso vagal (que provoca hipoactivación, desconexión y disociación para poder conservar la energía).

En estos contextos los bebés no tienen la oportunidad de sentir ni recibir un estado óptimo de regulación que atienda sus necesidades para poder conectarse de manera segura con un cuidador que sea receptivo, sensible y empático.

Ante estos niños, el adulto que se encuentra con él en otros contextos diferentes al familiar, debe poder tener una actitud tranquila y calmada, intentando controlar el cansancio, para poder ver la mente del niño y no su preocupación, ansiedad, miedo o expectativas poco realistas con respecto al niño. Es importante ser firme, pero no amenazante; ante la amenaza se confirmará la neurocepción de peligro en el niño y se disparará. El adulto tiene que estar regulado para poder regular al niño.

 

(Adaptado de Jose Luis Gonzalo)

Magdalena Cubel Alarcón

Psicóloga Clinica Valencia (Benimaclet)

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