La violencia es un amor mal expresado.
Cloe Madanes es una terapeuta que trabaja con los maltratadores. En esta entrevista describe en qué consiste su método y qué hace delante de las familias, para romper el secreto.
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La violencia es un amor mal expresado.

Tengo una bonita edad. Nací en Buenos Aires y vivo en San Diego (California). Soy psicóloga, psicoterapeuta de conflictos familiares. Estoy divorciada y tengo dos hijas y nueve nietos. ¿Política? El primer problema del mundo es la violencia: ¡pensemos en cómo detenerla! Soy de familia judía sefardí, desaparecida en el holocausto.

– ¿Qué es la violencia?
– A veces, un amor que no sabe expresarse de otro modo, un amor mal expresado.

– La violencia ¿amor?
– Todo amor alberga una semilla. El amor es intrusivo, ansía el dominio de lo amado…
– Dicho así, da un poco de miedo…
– Por eso debemos aprender a amar sin permitir a esa semilla germinar jamás.
– Parece que no estamos lográndolo…
– Porque no somos maduros.

– ¿En qué consiste ser maduro?
– En que nadie pueda provocarte. Si nadie puede alterar tu estado de ánimo, si sólo tú eliges tu estado de ánimo y no depende de lo que otros te hagan…, ¡eres maduro!

– ¿El violento, pues, es un inmaduro?
– Claro, porque es alguien al que desde fuera puedes sacar de sus casillas: responde a provocaciones. No sabe dominarse, es dependiente: es un ser inferior.

– ¿Y por qué somos así?
– Porque estamos olvidando lo importante. La escuela se empeña en enseñar matemáticas al tiempo que olvida enseñar lo más importante: ¡los valores, la gestión de nuestras emociones! No lo entiendo, no lo entiendo…

– ¿Qué valores enseñaría?
– Cada curso, el primer mes lo dedicaría a hablar del amor, la contribución, la compasión, la empatía y la seguridad. ¡La escuela debiera ser el lugar del mundo en que más seguro se sintiese un niño! ¿Es así hoy? ¡No!

– ¿No?
– Hay violencia en las escuelas y no se actúa para erradicarla. ¡La violencia es totalmente inaceptable! Y nuestros niños no es lo que hoy están aprendiendo…

– ¿Un niño que crezca en un entorno violento será un adulto maltratador?
– Si ante el conflicto has aprendido sólo a huir o atacar, de adulto huirás o atacarás.

– ¿Y por qué el hombre es más violento que la mujer?
– Hay un factor hormonal y otro cultural: la fuerza, la violencia, ha sido un valor entre los varones, mientras que la palabra y la paciencia lo han sido entre mujeres. ¡Pero vemos que hay cada día más mujeres violentas!
– En España siguen muriendo todavía mujeres a manos de hombres.
– ¡Y en todo el mundo! El mundo seguirá siendo violento mientras persista esa violencia en el seno de las familias.

– ¿Lo solucionaremos aprobando leyes?
– Lo solucionaremos cambiando la conducta de los violentos.
– Y enviándolos a la cárcel.

– ¿Sí? Yo prefiero que los hombres violentos dejen de serlo, ¿usted no?
– Pero es que no sé si eso es posible…
– A eso me dedico yo: a corregir conductas violentas, usando mi método, aplicable tanto a casos de violencia machista como de violencia o abuso sexual contra menores. Consta de muchos pasos y detalles, según el caso, pero podría resumírselo, si quiere.
– ¡Por favor!

– Primero reúno a todos los miembros de la familia, incluidos víctima y verdugo, y abuelos, tíos…, y pregunto, uno por uno: “¿Qué sabes tú de este abuso?”.
– ¿Con qué fin hace eso?
– ¡El abuso se alimenta del ! Hay que romper el secreto, que toda la familia sepa todo. ¡Esto puede salvar vidas! Luego les pregunto, uno a uno: “¿Por qué estuvo mal lo que hizo el abusador?”. Y luego le pregunto al abusador por qué estuvo mal lo que hizo.
– Y todo esto ¿delante de la víctima…?
– Está ahí, pero no le pido nada más que estar y escuchar. Luego le hago notar al abusador el daño espiritual que causó.
– ¿Espiritual?
– Sí: todo ataque sexual a una persona ¡es un ataque a su espíritu! Es un ataque a la esencia misma de la persona, a su identidad.
– ¿Y qué le responde el abusador?
– ¡Todos acusan este golpe! Y todos reconocen que es cierto, que ha sido un daño espiritual grave. Entonces le digo que su ataque a la víctima ¡fue un ataque a toda la familia!
– Entiendo: es un modo de hacer más difícil otra agresión.

– Sí. Y le hago notar que fue también un ataque contra sí mismo, contra su propio espíritu. Y también lo reconoce, reconoce odiarse a sí mismo, no respetarse por lo que hizo. Y entonces pido que se arrodille ante la víctima y le exprese su arrepentimiento.
– ¿De rodillas?
– De rodillas. ¡Y lo hace!
– ¿No es eso humillante?
– ¡No! En ese momento necesita hacerlo, lo vive como una salida, un alivio.

– ¿Pide perdón?
– ¡Prohibido hacerlo! Pedir perdón ¡es pedir! Y él no tiene derecho a pedir a la víctima nada, ni ella la obligación de perdonar.

– Y luego ¿qué?
– Con toda la familia decidimos que el abusador haga algo que le cueste un sacrificio: será su modo de que recupere su confianza en él toda la familia, la red social.

– ¿Qué le hacen hacer?
– Depende. Ingresar un dinero cada mes para la educación de la víctima… Firmar una confesión de abusos que se entregará a la policía la próxima vez y le comportará cárcel segura… ¡Se trata de hacerle insoportable al abusador la consecuencia de sus actos!

– ¿Y funciona el método?
– Sí. En un caso de maltratos a su esposa le hice abrir a un hombre una cuenta bancaria conjunta con la persona que yo sabía que peor le caía de la familia: su suegra. Le hice ingresar una cantidad que le doliese mucho perder. Ysi reincidía, la suegra retiraría todo el dinero. Hace dos años que no reincide.

(Adaptado de Entrevista a Cloé Madanés, psicóloga y terapeuta familiar . Victor M. Amelia)

Magdalena Cubel Alarcón
Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)

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