¿Hasta cuándo dura la adolescencia?
Hay adolescencias que duran toda la vida. Personas a las que les cuesta enfocarse en su proceso de individuación, y familias que lo ponen muy difícil.
En la infancia, lo que piensan nuestros cuidadores suele ser esencial, y en gran parte lo que recibamos de su parte va a marcar la forma de vernos a nosotros mismos y de tratarnos.
La adolescencia implica un distanciamiento de los adultos, sobre todo de nuestros padres. Hay que cuestionar lo que nos dicen y cómo piensan para poder encontrar el camino de la individualidad, el camino de la búsqueda de la propia identidad, y poder ser adultos maduros y seguros. Sin embargo es imprescindible pertenecer a un grupo y recibir la aceptación y el reconocimiento del mismo; por eso es tan importante la opinión de los amigos en esta época.
Cuando crecemos y nos hacemos adultos nos apoyamos en nuestra propia opinión y funcionamos desde nuestra responsabilidad para ir dirigiendo nuestra propia vida. Técnicamente, en la edad adulta, nos debería dar más igual la opinión de los demás y no debería limitarnos o inhibirnos impidiendo poder construir nuestro propio camino.
En este sentido la familia tiene mucho que decir, ya que en ella se va a desarrollar el sentido de pertenencia, cubriendo las necesidades de seguridad, afecto y protección de su prole. También ha de facilitar el apoyo y el impulso suficiente en el proceso de individuación para que sus hijos se puedan independizar y puedan explorar con seguridad. Partir para poder explorar y volver a repostar fuerzas, apoyo y recobrar energía.
Pero a veces, lo que suele ocurrir es que hay familias que son muy buenas potenciando un área y no tan buenas potenciando otra. Quizá porque estas familias viven la individuación y la diferenciación como una traición, como una deslealtad hacia el sistema familiar. O porque valoran tanto la independencia que sueltan demasiado pronto sin dejar la puerta abierta para volver después de explorar y hacen que la persona no termine de saber a dónde pertenece, ni donde volver a repostar.
Un individuo joven sale de la adolescencia cuando la angustia de sus padres no le produce ningún efecto inhibidor.
Françoise Dolto.
Y en el proceso de terapia, muchas veces encontramos personas que siguen esperando a que su familia cambie, a que les den permiso, a que se lo pongan fácil, a que les ayuden a salir del entramado familiar. Siguen necesitando la aprobación de sus padres para sentir que no los traicionan y qué pueden seguir con su actividad, que por fin son unos «buenos hijos» y que sin esto no pueden avanzar. Y es quizá aquí cuando puede que la adolescencia se prolongue hasta el final de sus vidas, cuando esa necesidad de reconocimiento, validación, aceptación y aprobación hace que los hijos sigan viviendo en casa de sus padres, aunque estén casados y tengan familia. Es quizá esta necesidad de «ser un buen hijo» , esta lealtad, la que haga que no pueda crecer ni priorizar aquello que es importante en el momento del ciclo vital que esté viviendo
Adaptado de Gema Garcia Marco
Magda Cubel Alarcón
Psicóloga Clinica Valencia / Benimaclet
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