Tu niñ@ interior
Cuando trabajo con mis pacientes, en muchos casos terminamos hablando del «niñ@ interior». Esa parte de nosotros que se quedó atrapada en la infancia y que contiene muchas heridas que en aquel momento no se pudieron reparar. No hubo un adulto fuerte y seguro que pudiera consolar, abrazar, proteger… a ese niñ@. Y uno de los grandes retos en la terapia será conseguir que el adulto actual pueda realizar esa función con aquel niñ@ herido que sigue asustado en el presente.
Al leer el texto que expondré a continuación, de @paulamarinpsicologa, me pareció una maravillosa forma de explicar cómo muchos pacientes sienten esta parte de ellos, y de hecho, muchos de ellos, al leerlo se sienten muy identificados.
Sin más os dejo leer este relato para que vosotros mismos conectéis con vuestro niñ@ interior y después decidáis que queréis hacer con él.
Hay una niña mirándome.
Lo hace desde lejos, extrañada.y sorprendida sin saber muy bien aún que somos la misma persona, pero con curiosidad por descubrir quién soy yo, y sobre todo, quién ha dejado de ser ella.
Lleva ya un tiempo sabiendo que existo, y aunque al principio no era capaz de girar su cabecita, ya lo ha hecho y me ha visto, y ella sabe que la he visto, que la estoy viendo.
Una niña que aún no sabe que ha crecido, y que tampoco quiere saberlo, esta asustada y le da vergüenza, no confía demasiado en lo que yo pueda enseñarle y prefiere estar ahí, sentada, observando para ver si es seguro acercarse a mí, o tiene que salir corriendo.
No sé muy bien qué decirle, así que en vez de hablar hago, le he prometido cuidarme y a ratos le estoy fallando, pero sigo intentando que vea que ahora si que puedo cuidarla, que puedo estar pendiente de ella y darle lo que necesita.
Le queda mucho que transitar, y sabe que el camino no es fácil, así que no quiero forzarla a levantarse antes de que esté preparada para venir conmigo, quiero que se sienta a salvo, quiero que no me tenga miedo, quiero que me dé la mano y que no mire a ver si le miento, sino que mire el paisaje, así que mientras se lo piensa voy enseñándole fotos de gatos, momentos felices y baches que he superado.
Y en días en los que me trato mal, no le prometo otra cosa más que la próxima vez intentaré darme cuenta entes, las noches en las qu Eno duermo no le cuento ningún cuento i ovejas, sino que le pongo algo de música, y le prometo que mañana intentaré no llevarme a la cama el saco de trufa vicario con el que me acuesto a diario.
Y empiezo a quererla bastante, y algo de ese amor le llega, y mientras acaba de creerse que se lo merece yo apuesto por mí y procuro que lo vea, porque muchas veces vio como lo invertía todo en el caballo perdedor en cuanto sabía que iba a perder, y necesita saber que se hacerlo de otra manera.
No le puedo decir que todo saldrá bien porque no me gusta vender humo, pero haré que vea que si sale mal sabré llevarlo de la manera que menos duela, y creo que poquito a poco irá creyendo que es posible salir de dónde está, porque no hay tanto peligro como siente, y hay muchas cosas que están bien, como por ejemplo seguir viva.
Hay una niña mirándome… y le doy las buenas noches.
Adaptado de @paulamarinpsicologa
Magda Cubel Alarcón
Psicóloga Clínica Valencia / Benimaclet
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