Un pez debe ser un pez
Los animales del bosque se dieron cuenta un día de que ninguno de ellos era el animal perfecto: los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban ni escarbaban; la liebre era una estupenda corredora, pero no volaba ni sabía nadar… Y así todos los demás. ¿No habría manera de establecer una academia para mejorar la raza animal? Dicho y hecho.
En la primera clase de carrera, el conejo fue una maravilla y todos le dieron sobresaliente; pero en la clase de vuelo subieron al conejo a la rama de un árbol y le dijeron: «¡vuela conejo!!» El animal saltó y se estrelló contra el suelo, con tal mala suerte que se rompió dos patas y fracasó también en el examen final de carrera.
El pájaro fue fantástico volando, pero le pidieron que excavara como el topo. Al hacerlo se lastimó las alas y el pico y, en adelante, tampoco pudo volar, con lo que ni aprobó la prueba de excavación ni llegó al aprobadillo en la de vuelo.
Convenzámonos:
«Un pez debe ser un pez, un estupendo pez, un magnífico pez, pero no tiene por qué ser un pájaro».
Un hombre inteligente debe sacarle la punta a su inteligencia y no empeñarse en triunfar en deportes, en mecánica y en arte a la vez.
Una chica fea difícilmente llegará a ser guapa, pero puede ser simpática, inteligente, buena y una mujer maravillosa… porque sólo cuando aprendamos a amar en serio lo que somos, seremos capaces de convertir lo que somos en una maravilla.
Enero 2012.
Adaptado por Magda Cubel
Psicóloga Clínica de Valencia (Benimaclet)
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