La desorganización como estrategia de supervivencia.
El apego desorganizado aparece como medio de supervivencia ante situaciones en las que el cuidador es una amenaza para el niño y no le protege ni le facilita un espacio para desenvolverse con seguridad.
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La desorganización como estrategia de supervivencia.

El apego desorganizado es un tipo de apego en el que los niños no poseen una organización mental coherente, y aparece como adaptación a un medio hostil, donde no solo no se le protege sino que también se le amenaza y/o asusta.

Los niños con apego desorganizado contienen en su manifestación externa elementos de los otros apegos inseguros (ambivalente y evitativo) sólo que no son capaces de organizar sus relaciones en una estrategia coherente y organizada (Siegel 2007).

Los padres o cuidadores de estos niños, se caracterizan por ser fuente de terror para ellos. Su conducta asusta, amenaza  y/o desorienta, desorganizando al bebé/niño (Siegel, 2007; Barudy y Dantagnan, 2005).

El niño está en conflicto al tratar de aproximarse buscando seguridad y protección y a su vez alejarse, al sentir miedo de quién le tiene que proteger, ya que depende totalmente de sus cuidadores. El niño está aterrorizado por quienes deberían ser su base segura; su seguridad es simultáneamente, su fuente de terror. Ante quien tienes que «apegarte» son quien te dañan, y esto genera desorganización.

Ante tal desorganización, el cerebro buscará formas de protegerse a través de las «defensas«, que son estrategias de autoprotección, y tratará de «recomponer» de algún modo la personalidad para evitar la fragmentación del self (sí mismo), que conllevan las experiencias traumáticas en una relación de apego. Una de estas estrategias es el control. Y concretamente, el control de la relación del otro (figura de apego) que igual daña que se vincula afectivamente.

Liotti afirma que “la acumulación de traumas es también una causa de la persistente activación del sistema de defensa». «La contradictoria y persistente activación de los sistemas de apego y de defensa es el signo distintivo de la desorganización de los apegos”.

El niño en un futuro, cuando ya esté fuera de la relación traumática, se vera abocado a activar el sistema de defensa cuando perciba que la relación se vuelve íntima y cercana (cuando se estrecha el vínculo de apego), emitiendo conductas agresivas, de huida o disociativas.

El gran problema es que incluso años después de que el menor sufra el maltrato y las consecuencias de la traumatización, como lo es el apego desorganizado, e incluso estando fuera de ese contexto desfavorable y dañino, las secuelas continúan estando presentes. Todo quedó grabado en el cerebro del niño, en su hemisferio derecho, de forma inconsciente. Es como un chip dañado dispuesto a activarse en cuanto alguien trate de activar el sistema de apego. Y esto podría afectar sus relaciones con iguales y sus relaciones de pareja, ya que una estrategia para poderse ordenar será el control sobre ellos. Es como si no pudiera fiarse. Solo se sentirá tranquilo y seguro cuando él maneje la situación. Es como si no pudiera aceptar los límites y el control externo.

El aprendió que el único modo de sobrevivir en un entorno tan dañino era confiar sólo en él. El único modo de encontrar un mínimo de seguridad en su vida fue controlar él. Todo fue tan caótico, terrorífico, impredecible y doloroso en su vida que su cerebro continuará protegiéndole de lo que él percibe como amenazante. 

Es importante recordar que cuanto más agresivos se muestran, probablemente más asustados están. Ser capaces de calmarles, de apelar a la colaboración, de hacerles sentir que no se les va a hacer ningún daño y tratar de entender qué necesitan que suceda, es una forma de poderles ayudar. Al igual que determinar pautas, normas, hábitos, y la consistencia de los mismos de una manera amable y cordial, aunque firme, con paciencia y calma.

Magdalena Cubel Alarcón
Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)
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