Dónde hay miedo, no hay felicidad.
Este cuento trata de hacernos reflexionar a cerca de los tipos de emociones, negativas o positivas, que pueden hacernos acudir a un camino u otro y poder llegar o no a la aceptación de quererse a uno mismo.
amor, amistad, felicidad, autoestima, aceptación, alegría, generosidad, rabia, tristeza, miedo, emociones.
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Dónde hay miedo, no hay felicidad.

Al atardecer, cuando los últimos rayos del sol tocaban las puntas de las tiendas de los campamentos sioux, los niños solían sentarse alrededor del fuego junto a los ancianos de la tribu para escuchar sus historias y aprender sobre la vida.

El viejo cacique sioux, estaba teniendo una charla con sus dos nietos Leotie y Pakiutlema. Les decía:

—Me siento como si una gran pelea estuviera ocurriendo en mi corazón y es entre dos lobos. Uno de los lobos representa la maldad, es violento, rencoroso, y vengador. El otro, es bondadoso, humilde, generoso y está lleno de amor y compasión. Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes, y dentro de todos los seres de la tierra…

Los niños se quedaron contemplando en silencio el fuego por un largo rato. Finalmente, Leotie alzó sus ojos almendrados y profundos y preguntó:

—Abuelo, dime: ¿cuál de los lobos ganará?

Y el viejo cacique respondió simplemente: —El que ustedes alimenten…

Todos nosotros, tenemos dos tipos de emociones. Las que nos dañan (miedo, rabia, tristeza) o las que nos impulsan a superar los obstáculos que vamos encontrando por el camino (amor, alegría, generosidad). Aquella en la que nos centramos (la que alimentamos) determinará nuestras acciones, comportamientos y reacciones. La buena noticia es que nosotros tenemos la capacidad para elegir ¿Preferimos alimentar el lobo del miedo o el del amor, la flexibilidad, generosidad?

El segundo lobo, es el lobo de la aceptación, de quererse uno mismo. Es el lobo que no soporta las máscaras que día a día te pones para evitar mostrarte a ti mismo lo que eres. Es el lobo que, te demuestra tanto amor, que agacha la cabeza y se muestra sumiso ante la voracidad de tu otro lobo, tu propio ego, que poco a poco va conduciéndote por el camino fácil, sencillo y monótono de la manada. Puedes seguir dejándote ser alimentado por lo que los demás quieren darte (o recordando aquello que tanto daño dices que te produjo) o decidir buscar el alimento necesario para que ese segundo lobo te descubra quién eres realmente y te lleve a vivir conectado contigo mismo. Superando obstáculos y sintiéndote protagonista de tu vida.

Como decía Séneca: “Donde está el miedo, no está la felicidad”

Magdalena Cubel Alarcón
Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)

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