5 Errores más frecuentes en pareja.
Se describen los errores que más frecuentemente se cometen en las relaciones de pareja de forma cotidiana.
Dificultades en pareja, errores en pareja, comunicación en pareja.
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5 Errores más frecuentes en pareja.

1. Querer convencer al otro:

Nos sentimos atrapados en ese lugar que hemos edificado con nuestra pareja. Notamos asfixia. Así que le damos vueltas y vueltas para encontrar alguna salida. Sin dejar llevarnos demasiado por las emociones, hemos intentado analizar la situación con una mínima distancia y vemos más o menos claro lo que falla. Así que creemos que ha llegado el momento de hablar y le anunciamos: “¡Tenemos que hablar!”. Lo habitual es que estas palabras provoquen desasosiego. Él o ella no se alegran de oírlas porque suelen preludiar un enfrentamiento.

Nosotros lo único que queremos es explicarle cómo lo vemos y a las conclusiones que hemos llegado. ¡He aquí el primer error! ¿Qué ocurre cuando alguien nos expone todos sus argumentos y concluye en la mayoría de las ocasiones que nosotros debemos cambiar algo? Por muy suave que sea el tono que utilice, la primera reacción es defensiva, nos sentimos atacados y por lo tanto nos preparamos para la acción.

Si tratáramos de ponernos en el lugar del otro, pensar cómo lo vé, qué piensa y cómo se siente, seguramente no transmitiríamos un mensaje inquisitorio. Si nuestra pareja nota que real y sinceramente queremos entenderlo, su reacción no será defensiva, sino que bajará la guardia. Pocas cosas producen más alivio que desahogarnos con alguien que nos entiende. La actitud es tratar de escuchar para entender, no para contestar.

2. Razonar lógicamente:

“Dijiste que aprovecharías para tirar la basura cuando sacases a pasear al perro, pero no lo haces”. Lo bueno es que tiene razón, pero ¿cómo nos sentimos cuando otra persona nos dice lo que hemos hecho mal? Aunque en el fondo de nuestras circunvalaciones cerebrales veamos que tiene razón, no nos gusta que nos lo digan. Al no sentirnos cómodos, sino más bien irritados, salta el resorte que llevamos dentro (se conecta la amígdala) y nos preparamos para luchar, huir o quedarnos paralizados.

Al intentar arreglar las situaciones incómodas, recurrimos a análisis lógicos y nos olvidamos de que somos humanos y que nuestro sistema de alerta es muy sensible a las señales de peligro. Nos olvidamos de nuestra parte emocional. Es más frecuente preguntar qué piensas que cómo te sientes. Nuestros acercamientos necesitan mostrar la parte emocional, no lógica. La lógica en momentos de tensión puede sonar a justificación.

3. Traer el pasado al presente:

En las discusiones uno de los problemas más frecuentes al que nos encontramos son los «trapos sucios». De hecho es fácil, solo basta ir sacando, como quien estira de un hilo, temas del pasado.

Debería existir una norma que limitara la discusión al asunto en concreto a tratar en el momento actual. Si nos cuesta mucho seguir esta hipotética regla, el supuesto asunto que ponemos sobre la mesa no es el importante, sino que existe otro mayor por solucionar.

4. Interpretar en negativo:

Lo que marca una conversación no es lo que dice uno u otro, sino sobre todo cómo se interpreta. Frases totalmente neutras como “hoy está lloviendo” pueden provocar un efecto debastador si, por ejemplo, se decodifican como “me dice que llueve porque no quiere coger el coche para ir a casa de mi madre”.

Cuando somos espectadores de disputas ajenas es fácil darse cuenta de cómo uno o ambos están interpretando en negativo. En algunas ocasiones, esta distorsión alcanza tal magnitud que algunas personas llegan a pensar que el otro lo único que quiere es fastidiar. Si partimos de esta premisa, es absurdo el diálogo, nunca se logrará llegar a una conclusión que sea buena para los dos.

5. Esperar efectos instantáneos:

Para resolver los conflictos conyugales hay que tener paciencia y predisposición, sobre todo si llevamos acumulado mucho tiempo de interacción negativa.

Existe una buena forma de adivinar cómo va a acabar un diálogo entre dos personas: la actitud previa. Respecto al proceder del otro podemos hacer poca cosa, así que centrémonos en la nuestra actitud. Imaginemos que antes de empezar a hablar, alguien nos sugiriera que abrazáramos de forma auténtica a nuestra pareja. Nos resistiríamos. Queremos hablar con el otro porque sentimos rabia, tristeza, descoloque, asfixia, miedo… no estamos para demostraciones afectivas. Si encima pensamos que la otra parte solo quiere fastidiarnos, ¿cómo vamos a mostrarle cariño? Y además, en el fondo sentimos que la conversación no va a servir para nada.

Si bien no queremos cercanía en ese momento, hemos de ser conscientes que dejar salir los sentimientos negativos no ayudaran a mantener una conversación, así que deberíamos pensar qué actitud queremos tener y sobre todo cual ayudará más a nuestra relación de pareja. Una actitud que nos recuerde el lazo afectivo, las situaciones ya superadas, nos ayudará a salir de la situación con una buena sensación para los dos, y al acabar nos sentiremos más cerca de nuestra pareja.

Tenemos que recordar que en la pareja lo más importante no son sus miembros, sino la propia relación, y que cada uno está al cuidado y a cargo del otro, para poder mantener la «burbuja de pareja» que es lo que mantendrá a salvo la relación.

Magdalena Cubel Alarcón
Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)

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