Hablar no es suficiente para comunicarse en pareja.
En la Relación de pareja se pueden presentar:
- dificultades en la comunicación,
- lucha por el poder y control,
- violencia de diferentes tipos, celos, infidelidades,
- dificultades en la expresión de afectividad y de la intimidad,
- problemas sexuales,
- falta de compromiso y de apego en la relación, etc.
Vamos a centrarnos en la importancia de una buena comunicación ya que es uno de los pilares que fundamentan la relación de pareja.
¿Cómo darnos cuenta si tenemos problemas de comunicación con nuestra pareja?: “¿no sabes qué decir?, ¿temes comenzar una pelea?, ¿te preocupa que lo que vayas a decir pueda parecer algo “tonto estúpido”?, ¿no sabes cómo expresar pensamientos y/o sentimientos de forma adecuada?, ¿sientes que tu pareja te “oye” pero no te “escucha”? ¿piensas que estáis demasiado ocupados para hablar? ¿crees que hablar te meterá en problemas?”….
Tradicionalmente, la comunicación se ha definido como «el intercambio de sentimientos, opiniones o cualquier otro tipo de información mediante habla, escritura u otro tipo de señales», por tanto, podríamos decir que “la comunicación es una vía de entendimiento entre dos personas” aunque, a su vez, también puede convertirse en una vía por la cual logramos irritar al otro/a y viceversa.
Para que la comunicación cumpla su objetivo, hay que tener en cuenta:
- 1. ¿Qué quiero decir? (contenido)
- 2. ¿Por qué voy a decirlo? (objetivo)
- 3. ¿Cómo voy a decirlo? (forma)
Cuando estos elementos son coherentes y fomentan un mismo propósito logramos una comunicación fluida y fructífera pero si, por el contrario, son malinterpretados obtendremos un feedback negativo.
Imaginemos, por ejemplo, una situación concreta, plantear a tu pareja ir a una casa rural:
- 1. Contenido: “Este fin de semana podríamos ir a una casa rural”,
- 2. Objetivo: “Así desconectamos y nos despejamos del día a día los dos” y
- 3. Forma: “Tono suave y agradable”.
En este caso, los tres componentes son coherentes entre sí y, probablemente, su pareja se sienta cómoda escuchándole y tenga posibilidades de lograr su objetivo. Por el contrario, si el mensaje se trasmite así:
- 1. Contenido: “Este fin de semana podríamos ir a una casa rural”,
- 2. Objetivo: “Por no quedarnos otra vez sin hacer nada” y
- 3. Forma: “Tono poco convincente mostrando desmotivación”.
En este caso es muy probable que su pareja se sienta desconcertado/a porque le ha hecho una propuesta pero no muestra motivación ni ilusión; por lo tanto, tiene muchas menos posibilidades de que su pareja acepte.
Las parejas con problemas gastan mucha energía en “hablar por hablar” lo que conlleva a un diálogo que, generalmente, termina en frecuentes discusiones y en una lucha de poder para ver quién lleva razón.
Para que la comunicación sea más fluida y fructífera debemos:
Hablar del presente, no del pasado, o futuro:
“Ayer dijiste que vendrías, no lo niegues”. “Cuando estás viendo la televisión, me ignoras”. “Hace mucho tiempo que prometes cosas que luego no cumples”, etc. No podemos cambiar el pasado pero sí la forma en que lo vemos y vivimos en el presente.
Ser específico:
“Has de hacer algo porque así no podemos seguir”; “Me encantaría que fuésemos más felices”; “Juan, el novio de María, no tiene estos problemas, deberías parecerte más a él”. Cuando somos inespecíficos, rara vez se moviliza nada. Algunas personas tienen una creencia errónea del amor cuando consideran que consideran: “Si realmente me quisieras, sabrías lo que quiero”. El amor se retroalimenta de una buena comunicación.
Ser breve:
Cuando nos repetimos podemos caer en el error de “cansar” al otro/a. Amarse de paciencia para tener que escuchar a una persona no resulta agradable y además, podemos dar la sensación de estar tratándola como un“niño/a”.
No hipergeneralizar,
es decir, no utilizar expresiones tipo “nunca”, “siempre”. Las frases que comienzan con «siempre» o «nunca» no nos llevan a ningún lado. Además de ser, generalmente, falsas. Si las dices, el/la otro/a se sentirá sentenciado desde un comienzo. Son términos absolutos que no permiten la flexibilidad ni la matización: «Siempre es lo mismo, nunca cambiarás»; “Siempre tienes cosas que hacer”; “Nunca ayudas a casa”. “Nunca me has dicho que me querías”, etc. Para lograr llegar a un acuerdo y lograr el cambio son más efectivas expresiones como: “la mayoría de veces”, “en ocasiones”, “algunas veces” o “frecuentemente”. Son formas de expresión que permiten al otro sentirse correctamente valorado.
Emitir juicios de valor:
Algunos de los objetivos en una pareja es enriquecerse, aprender, compartir y divertirse juntos, por lo tanto, es importante no enjuiciar al otro/a. Los juicios de valor de tipo negativo hacen daño: “Sabes muy bien que…”, “Deberías…”. La reacción que se consigue, generalmente, es de defensa y “ataque”; por ello, deberíamos evitarlos. Cuando consideramos que el otro es de un determinado modo lo encasillamos en un juicio de valor en el que uno ya predispone la actuación del otro.
Ser flexible.
En ocasiones se ha entendido flexibilidad como «ceder» para evitar conflictos, pero ser flexibles no significa dejarse llevar y ser condescendientes con todo. La flexibilidad mejora nuestra disposición para no andarse peleando por cualquier cosa y conseguir llegar a acuerdos. “Eso no se puede hacer», “esto no lo hacíamos así antes», etc. Si aprendemos a ser flexibles, evitaremos los obstáculos en la comunicación y nuestra adaptación será natural.
Ser positivo.
La comunicación positiva es aquella interacción – verbal o no verbal – que hace que una persona se sienta bien. El agradecimiento y reconocimiento alentará a cada uno/a a continuar cumpliendo con su obligación con una buena predisposición y, por otro lado, será un punto de acercamiento entre la pareja. Una alabanza sincera es considerada un gran acto de bondad.
Escuchar sin interrumpir:
Al sentirnos escuchados, nos relajamos y tenemos más posibilidades de mostrar nuestro mundo interior, creencias y valores. Cuando le prestamos a nuestra pareja una atención sincera, le damos una oportunidad de acercarse, de desahogare y de crear o ampliar un vínculo franco y duradero. Muchas veces lo que podría ser un diálogo se convierte un concurso por mantener la palabra… a ver quien consigue decir más cosas, generalmente, a base de cortar e interrumpir continuamente al otro: “Ya sé lo que me vas a decir”. “Calla un momento…”. Para ser escuchado hay que escuchar. Es importante adquirir la mutua confianza de ser escuchados.
Los límites de la sinceridad.
Los límites determinan nuestro espacio personal. Todos necesitamos de este espacio para ser personas auténticas. La decisión de establecer una relación de pareja no anula nuestra individualidad. No existe “Nosotros pensamos” o “Nosotros sentimos”. Cada persona piensa siente de manera individual, el espacio de la relación de pareja permite compartir estos pensamientos y sentimientos, de enriquecerse con el aporte del otro. Pero es imposible pretender que la pareja sea diluida el uno en el otro, que pierda su capacidad de evaluar, de tomar decisiones, de actuar, de tener sus propios intereses, gustos y preferencias. Hay comentarios y críticas que no aportan nada, aun siendo ciertos. Bajo la excusa de ser absolutamente sincero/a se puede llegar a ser absolutamente desagradable. Hay algunas verdades que sería mejor no mencionar si no van a servir de nada hacerlo.
Adaptado de Cristina García
Magdalena Cubel Alarcón
Psicologa Clínica Valencia (Benimaclet)
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