La generación del «lo quiero ¡ya!».
La periodista Mickey Goodman observa que los chicos de la generación nacida entre 1984 y el 2002, esperan conseguir todo lo que quieren inmediatamente y con facilidad, porque toda su vida han estado acostumbrados a la gratificación instantánea. Esto, por supuesto, les traerá grandes frustraciones en su vida diaria.
“La generación Y» de chicos que nacieron entre 1984 y 2002 han crecido en una era de gratificación instantánea. iPhones, iPads, mensajes instantáneos y un acceso inmediato a información está todo en la punta de sus dedos. Sus notas en el colegio son usualmente negociadas por su padres en vez de merecidas y se les premia por lograr cosas mínimas. Tienen cientos de amigos en Facebook y Twitter pero usualmente no tienen muchas conexiones reales.”
Pero, ¿por qué han pasado los padres de enseñarles a ser independientes a ser padres que están siempre encima de sus hijos intentando protegerlos a cualquier precio?
“Los mensajes llenos de buenas intenciones que decían ‘eres especial’ están de vuelta para perseguirlos,” comenta Tim Elmore. “Nos vemos consumidos por la actividad de protegerlos en vez de prepararlos para el futuro. No hemos dejado que se caigan, que comentarn errores y que tengan miedo. El problema es que si no toman riesgos desde el principio, como colgarse de las barras y quizás caerse, tendrán miedo de todo lo que hagan cuando tengan 29.”
Psicólogos y psiquiatras están tratando más y más jóvenes que tienen una crisis en el primer cuarto de su vida, así como también muchos casos de depresión clínica. ¿La razón? Los jóvenes dicen que es porque aun no son millonarios o no han encontrado a la persona perfecta.
Los profesores, asesores y ejecutivos reclaman que los chicos de la Generación Y tienen bajos niveles de atención y se apoyan en la motivación externa en vez de la interna. La meta de Líderes en Crecimiento es revertir esta situación y ayudar a los jóvenes a ser más creativos y más motivados para que puedan apoyarse en ellos mismos y no depender de una motivación externa.
El psicólogo familiar, John Rosemond, en un artículo de Febrero que apareció en la revista Atlanta Journal Constitution, comenta que nuevos estudios han descubierto que el sistema de premios usualmente genera problemas, produciendo el efecto totalmente opuesto al que se busca. Cuando un niño agresivo es premiado por no ser agresivo por un corto período de tiempo hay más posibilidades que repita este mal comportamiento para generar más premios.
Los padres de esta generación le han dicho a sus hijos que sueñen en grande, y ahora cualquier acto pequeño parece insignificante. En el gran esquema de las cosas, los chicos no pueden cambiar el mundo instantáneamente. Tienen que dar pasos pequeños, que, para ellos, no significan ningún tipo de progreso. Nada que no sea fama instantánea es bueno.
“Es tiempo de decirles que para lograr cosas grandes debemos empezar por las cosas pequeñas,” comenta.
Sus padres les han dicho que son especiales por ninguna razón en particular, no tenían una personalidad o habilidad sobresaliente y ahora los integrantes de esta generación demandan un tratamiento especial. El problema es que los chicos asumen que no tienen que hacer nada especial para ser especiales.
Han tenido todas las comodidades, y ahora lo quieren todo en el mismo momento. Y este mensaje lo escuchamos claramente. Nosotros también nos paseamos en frente del microondas, nos enojamos cuando las cosas no salen como queremos en el trabajo, peleamos con el tráfico.
“Es momento de volver a darle importancia a esperar por lo que queremos, posponer los deseos de los otros y dejar nuestros deseos personales para ir tras algo que sea más grande que ‘el yo’,” dice Elmore. Es importante entrenar a nuestros hijos en tolerancia a la frustración.
Los padres de esta generación hicieron de la felicidad de sus hijos lo más importante, y ahora es difícil para ellos crear su felicidad como producto de vivir una vida llena de sentido.
“Es tiempo de decirles que nuestra meta es permitirles descubrir sus dones, pasiones y propósito en la vida para que puedan ayudar a otros. La felicidad es el resultado del esfuerzo.” “Necesitamos dejar que nuestros hijos se equivoquen a los 12, lo cual es mucho mejor que lo hagan a los 42,” comenta.
Los chicos necesitan alinear sus sueños con sus habilidades. No todas las niñas que tengan una buena voz lograrán ser artistas; no todos quienes sean una estrella en las Ligas para niños de fútbol lograrán ser jugadores profesionales.
Permíteles meterse en problemas y aceptar las consecuencias. Está bien suspender de vez en cuando. La próxima vez esfuérzate más para que sea un sobresaliente. Colabora con los profesores, pero no hagas el trabajo de tu hijo. Si le va mal en una prueba, deja que asuma las consecuencias.
Balancea la autonomía con responsabilidad. Si tu hijo pide prestado el coche, también debe llenar el depósito.
“Necesitamos ser como ladrillos cubiertos en terciopelo,” comenta Elmore, “suaves por fuera y duros por dentro, y permitirle a los chicos que se equivoquen mientras son jóvenes para permitir que sean exitosos cuando lleguen a la adultez.”.”
Ante esta situación, a mi me ayuda a mantenerme firme pensar en cómo ha conseguido las cosas la generación del 65. Predominaban los valores como el esfuerzo y la constancia. Las cosas que tenías era porque te las ganabas y si te decían “NO” solo te costaba un rato de enfado, nada de crisis de ansiedad o rabietas desmedidas. Solo mirar a tu padre te indicaba si podías insistir o no y no había más que hablar. Era un entrenamiento estupendo en tolerancia a la frustración, ya que tus padres lo tenían claro y no dudaban ante tus lagrimas o balbuceos.
Quizá los padres de las nuevas generaciones duden más de su comportamiento, tengan más sentimientos de culpa o crean que su hijo se podrá “traumatizar”. Hay cosas que se aprenden de pequeño y otras en la edad adulta, y la tolerancia a la frustración, el esfuerzo y la constancia son valores que hay que aprender desde el nacimiento o criaremos hijos tiranos, sin motivación y tremendamente insatisfechos.
Adaptado de Carolina Mila.
Magdalena Cubel Alarcón.
Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)
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