¿Por qué no quiere crecer…?
Habitualmente en la consulta nos encontramos con personas que se aferran a su infancia, que tienen miedo a crecer y a madurar, así como a asumir las responsabilidades que le corresponden por edad.
No esta muy claro si no saben o no quieren aceptar las obligaciones propias de su edad. Pero se observa que tienen dificultades para mantener relaciones de pareja estable, tienen continuos fracasos amorosos, no asumen más responsabilidades en su trabajo y en muchas ocasiones no salen de casa de sus padres. Es decir, tiene muchas dificultades para desarrollar los roles correspondientes a su ciclo vital.
No quieren, no saben o no pueden dejar de ser niños, produciéndose un abismo entre su edad cronológica y su madurez afectiva. Son incapaces de proporcionar seguridad a otra persona. Necesitan sentirse protegidos por otros y se sienten solos y dependientes. Es como si no pudieran crecer y madurar.
Y cuando nos planteamos qué ha podido pasarles, tenemos que remontarnos a su historia de vida para saber de dónde vienen. Sorprendentemente lo que nos solemos encontrar son padres sobreprotectores, excesivamente permisivos, que atienden de forma inmediata las demandas de sus hijos, donde se da todo a cambio de nada y donde las cosas se obtienen sin esfuerzo, donde se resuelven los problemas del niño «para que no sufra» y donde se actúa por delante del niño «porque él tarda mucho o no lo hace bien».
En el otro extremo podemos encontrarnos con pacientes que han vivido en ambientes con niveles de exigencia muy altos, cargados de reglas, donde han tenido que coger la responsabilidad a edades que no les correspondía y realizar actividades propias de sus cuidadores, no pudiendo disfrutar de su infancia.
Tanto la sobreprotección como la inversión de roles no facilita un ambiente de seguridad para la crianza de los hijos, y puede hacer que se idealice la infancia y que se intente mantener a toda costa o recuperar el tiempo perdido. Ambas dinámicas familiares dificultan el desarrollo de una personalidad adulta, madura y responsable, y facilita sujetos seductores y divertidos, llenos de inseguridades y tristeza que gestionan mal los problemas relacionales.
Como dice Bolinches, tienen mucha carencia y necesidad afectiva, poca tolerancia a la frustración, son poco autocríticos, suelen creer que están por encima de los demás y tienen muchas dificultades para aceptar relaciones simétricas con el otro sexo, lo que le hace establecer relaciones de dominancia-sumisión.
Detrás de todo ello es muy posible que exista un gran miedo a no ser queridos y aceptados; ese miedo les impulsa a buscar el amor sin pararse a pensar si la otra persona es aquella que necesita para poder crecer, ese miedo a no sentirse queridos hace que se protejan con una actitud de desatención hacia los demás y una actitud de culpar y responsabilizar a los demás de todo lo que les sucede, tendiendo a evadirse de la realidad ya que esta le hace sentirse inseguros.
Y cuando llegan a nuestra consulta, es fácil que lo primero que podamos detectar en ellos sea ansiedad, angustia o tristeza, y una falta de reconocimiento del problema, lo que les dificulta poder cambiar.
Magdalena Cubel Alarcón
Psicóloga Clínica Valencia (Benimaclet)
No Comments